lunes, 6 de diciembre de 2010

El Señor es mi pastor (y mi farmacia)

La esencia de mi vida es la oración,
procuro no perderme ni una misa.
Meditar, respirar, juntar las manos.
La palabra de dios es mi palabra,
su voz se oye en mi voz.

Ibuprofeno.

Ya no somos deudores de la carne.
El que viva según la tarde morirá.

Por eso (y por algunas otras cosas) he decidido
abandonar la carne para siempre,
no volver a saber qué tal
estoy, ni a preocuparme si me duele
algo. Rezo, madrugo, me santiguo.
Él es la luz y la Verdad.

Paroxetina.

Mi cuerpo es todo espíritu e incienso,
mi carne ya no es carne de mi carne,
las gafas, el pecado, la hipoteca.
Comulgo y me confieso cada día,
caigo en la tentación como un bendito,
cometo actos impuros, me arrepiento.

Por mi culpa,
por mi culpa,

por mi gran culp
a.

Un Padre Nuestro y dos Ave María,
Valium,
Tranxilium,
Lexatin.

Amén.

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